Planificación
Familias de pas de
deux
Supongamos que la familia se
componga de dos personas solamente. El terapeuta puede conjeturar que con
probabilidad están muy apegadas. Si se trata de madre e hijo, es posible que
éste pase mucho tiempo en compañía de adultos. Acaso esté adelantado en su
capacidad verbal; y como en un elevado porcentaje sus interacciones son con
adultos, se interesará por los temas de éstos antes que sus coetáneos y
parecerá más maduro. Quizá pase menos tiempo de lo corriente con los niños de
su edad; entonces tendrá con ellos menos cosas en común y quizás esté en
desventaja en los juegos físicos. La estructura de dos personas es proclive a
una formación de liquen en que los individuos contraen una recíproca
dependencia casi simbiótica.
Familias de tres generaciones
La familia extensa con varias
generaciones que viven en íntima relación es probablemente la configuración
familiar más típica en todo el mundo. Diversos terapeutas han destacado la
importancia de trabajar con tres generaciones.
Son muchas las formas de familia
de tres generaciones, desde la combinación de progenitor soltero, abuelo y
niño, hasta la compleja red de vastos sistemas de parentesco que no necesitan
estar alojados en un mismo domicilio para ejercer notable influjo. Puede ser
indispensable para el terapeuta descubrir cuál es realmente «la familia»,
cuántos miembros tiene y qué nivel de contacto sostienen éstos con la red
extensa. En ningún caso se debe subestimar el influjo de la familia extensa
sobre las funciones de la familia nuclear.
Cuando las instituciones aumentan
de tamaño, es preciso delegar autoridad. Cuando son muchos los niños en un
hogar, por lo común uno de ellos, y a veces varios de los mayores, reciben
responsabilidades parentales. Estos niños parentales toman sobre sí funciones
de crianza de los demás niños, como representantes de los padres.
Familias con soporte

Existe el peligro potencial de
que los niños parentales contraigan síntomas cuando se descargan sobre sus
hombros responsabilidades superiores a sus fuerzas o no se les confiere la
autoridad que les permitiera ponerlas en práctica. En la terapia puede ser
eficaz emplear técnicas de fijación de fronteras que reorganicen el subsistema
parental sin el niño parental.
Cuando un padre adoptivo se
agrega a la unidad familiar, tiene que pasar por un proceso de integración que
puede ser más o menos logrado. El nuevo padre puede no entregarse a la nueva
familia con un compromiso pleno, o la unidad originaria puede mantenerlo en una
posición periférica. En esta configuración familiar, las crisis son comparables
a los problemas que surgen en un organismo familiar reciente; se las debe
considerar normales.
El empleo que hacemos
de las paradojas se basa en tres conceptos que admitimos como supuestos: la
familia es un sistema autorregulador; el síntoma es un mecanismo de
autorregulación y, por último, el concepto de resistencia sistémica al cambio,
que es consecuencia de los dos anteriores. Como el síntoma se utiliza para
regular una parte disfuncional del sistema, si el síntoma es eliminado, esa
parte del sistema quedará sin regulación.
Por intervenciones
directas se entienden consejos, explicaciones, sugerencias, interpretaciones y
tareas, que están destinadas a que se las tome literalmente y a que se las
respete como se las prescribió. Su objetivo es modificar de manera directa las
reglas o los roles de la familia. Las intervenciones directas se hacen con la
expectativa de que se les respetará y en consecuencia su empleo es indicado
cuando se cree que la familia responderá a ellas.
Inversiones, basadas en la aceptación y el desafío
Familias acordeón
En ciertas familias uno de los
progenitores permanece alejado por lapsos prolongados. Cuando uno de los
cónyuges se ausenta, el que permanece en el lugar tiene que asumir funciones
adicionales de cuidado de los niños, ejecutivas y de guía, pues de otro modo
quedarían privados. Las funciones parentales se concentran en una sola persona
durante una parte de cada ciclo.
Las familias cambiantes
Ciertas familias cambian
constantemente de domicilio, esta configuración puede permanecer oculta al
terapeuta en el contacto inicial, pero se irá poniendo de manifiesto a medida
que trabaje con la familia. Si el cambio de contexto interesa a adultos que
desempeñan un papel significativo, es importante para el terapeuta reconstruir
un historial que le permita determinar si lo que parece una organización
estable no es, en realidad, transitoria. En tal caso parte de la función del
terapeuta será ayudar a la familia para que defina con claridad su estructura
organizativa.
Familias con padrastro o madrastra

Familias con un fantasma
La familia que ha sufrido muerte
o deserción puede tropezar con problemas para reasignar las tareas del miembro
que falta. Apropiarse de las funciones de la madre se convierte entonces en un
acto de deslealtad a su memoria. Los miembros de estas familias pueden vivir sus
problemas como la consecuencia de un duelo incompleto.
Las familias que acuden a la
terapia tras una lucha prolongada por lo común han individualizado a uno de sus
miembros como la fuente del problema. Inundan al terapeuta con el relato de su
lucha, las soluciones ensayadas y el fracaso de todos los intentos. Pero el
terapeuta ingresa en la situación terapéutica con el supuesto de que la familia
se equivoca. El problema no reside en el paciente individualizado, sino en
ciertas pautas de interacción de la familia. El terapeuta de tendencia
estratégica considera que el síntoma es una solución protectora: el portador de
síntoma se sacrifica para defender la homeostasis de la familia.
Las técnicas de fijación de fronteras regulan la permeabilidad de las
que separan a los holones entre sí. He aquí el concepto rector: participar en
el contexto específico de un holón específico requiere respuestas específicas
para ese contexto. Las técnicas de fijación de fronteras pueden apuntar a la
distancia psicológica entre los miembros de la familia y a la duración de la
interacción dentro de un holón significativo.
Familias descontroladas
En familias en que uno de sus miembros presenta
síntomas en el área del control, el terapeuta supone la existencia de problemas
en uno o varios entre determinados campos: la organización jerárquica de la
familia, la puesta en práctica de las funciones ejecutivas dentro del
subsistema parental y la proximidad entre miembros de la familia. Las pautas de
comunicación tienden a ser caóticas en estas familias.
Familias psicosomáticas
Cuando la queja que motiva la
demanda es un problema psicosomático de alguno de los miembros de la familia,
la estructura de ésta incluye una excesiva insistencia en los cuidados tiernos.
La familia parece funcionar óptimamente cuando alguien está enfermo. Este tipo
de familia se destaca por las relaciones de lealtad y de protección que en ella
imperan; en suma, es la familia ideal.
Cambio
Cuestionamiento del síntoma

Cuestionamiento de la estructura
familiar
La concepción del mundo de los
miembros de la familia depende en gran medida de las posiciones que ellos
ocupan dentro de diferentes bolones familiares.
Cuando el terapeuta se hace
copartícipe de la familia, se convierte en miembro participante del sistema que
intenta transformar. Los sectores disfuncionales dentro de la familia a menudo
obedecen a una alianza excesiva o escasa. Por ello la terapia es en buena
medida un proceso en que se verifica la proximidad y la distancia. El terapeuta
puede desplazar su posición y trabajar en subsistemas diferentes, cuestionando
la demarcación que los miembros de la familia hacen de sus papeles y sus
funciones. Las técnicas de que se dispone para esta estrategia son la fijación
de fronteras, el desequilibramiento y la enseñanza de la complementariedad.
Cuestionamiento de la realidad
familiar
La terapia psicodinámica
presupone que la realidad consciente de estas personas es demasiado estrecha;
hay un mundo inconsciente que deben explorar. La terapia conductista entiende
que en ciertos aspectos no han aprendido cómo desempeñarse correctamente en sus
contextos. La terapia de familia parte del supuesto de que las pautas de
interacción obedecen a la realidad tal como es vivenciada y contienen esta
modalidad de experiencia.
Entonces, para modificar la visión
de la realidad por la que se rigen los miembros de la familia es preciso
elaborar nuevas modalidades de interacción entre ellos. Las técnicas utilizadas
al servicio de esta estrategia son los constructos cognitivos, las
intervenciones paradójicas y la insistencia en los lados fuertes de la familia.
Reencuadramiento
También las familias poseen un
cuadro dinámico que se ha formado en su historia y que encuadra su identidad de
organismo social. Cuando acuden a la terapia, traen consigo esta geografía de su
vida en la definición que le dan. Demandan al terapeuta ayuda para esa realidad
que han encuadrado. La terapia parte, en consecuencia, del choque entre dos
encuadres de la realidad. El de la familia es pertinente para la continuidad y
el mantenimiento de ese organismo en condiciones más o menos estables; el
encuadre terapéutico atiende al objetivo de hacer que la familia avance hacia
un manejo más diferenciado y eficiente de su realidad disfuncional.
El terapeuta inicia su
encuadramiento tomando en cuenta lo que la familia considera importante. Pero
ya el modo en que recoge información dentro del contexto de la familia encuadra
lo recogido de manera diversa. Entonces la tarea del terapeuta es convencer a
los miembros de la familia de que el mapa de la realidad por ellos trazado se
puede ampliar o modificar. Las técnicas de escenificación, enfoque y obtención
de intensidad contribuyen al logro de un encuadramiento terapéutico.
La
escenificación se puede considerar una danza en tres movimientos. En el primer
movimiento, el terapeuta observa las interacciones espontáneas de la familia y
decide los campos disfuncionales que conviene iluminar. En el segundo
movimiento de escenificación, el terapeuta organiza secuencias escénicas en que
los miembros de la familia bailan su danza disfuncional en presencia de él. Y
en el tercer movimiento, el terapeuta propone modalidades diferentes de
interacción. Este último movimiento puede proporcionar información predictiva e
infundir esperanzas a la familia.
Cuando observa a una familia, el clínico es inundado
por los datos. Es preciso deslindar fronteras, poner de relieve los lados
fuertes, señalar problemas, investigar funciones complementarias. El terapeuta
seleccionará y organizará estos datos dentro de un esquema que les confiera
sentido. Pero esta organización debe ser al propio tiempo un esquema
terapéutico que promueva el cambio. En consecuencia, el terapeuta organizará
los hechos que percibe de manera que formen trazos entre ellos y posean también
pertinencia terapéutica.
Las
familias funcionales son sistemas complejos «constituidos por un gran número de
partes que interactúan de una manera complicada». Estas partes, u holones
familiares, están interrelacionadas en un orden jerárquico. Los individuos
pertenecen a una multiplicidad de holones y cumplen papeles diferentes en cada
uno de ellos. En cada holón se activan segmentos del repertorio vivencial de
los individuos. El crecimiento en una
familia funcional es un proceso flexible cuyo resultado es un individuo de
múltiples facetas capaz de adaptarse a contextos cambiantes.
Escenificación
La escenificación es la técnica por la cual el
terapeuta pide a la familia que dance en su presencia. Así construye una
secuencia interpersonal en la sesión, en que se ponen en escena interacciones
disfuncionales entre los miembros de la familia. Esta escenificación se produce
en el contexto de la sesión, en el presente y en relación con el terapeuta. Al
tiempo que la promueve, éste tiene la posibilidad de observar los modos
verbales y no verbales en que los miembros de la familia emiten señales unos
hacia otros y controlan la gama de las interacciones tolerables. Entonces el
terapeuta puede intervenir en el proceso, sea para aumentar su intensidad,
prolongar la duración de la interacción, hacer participar a otros miembros de
la familia, indicar modos diferentes de interacción e introducir sondeos
experimentales que proporcionarán información tanto al terapeuta como a la
familia sobre la índole del problema, la flexibilidad de las interacciones
familiares para la búsqueda de soluciones y la virtualidad de modalidades
diferentes de desempeño dentro del marco terapéutico.
Cuando los miembros de la familia escenifican una
interacción, las reglas habituales que gobiernan su conducta se imponen con una
intensidad afectiva semejante a la manifestada en las interacciones corrientes
en el hogar. La escenificación requiere de un terapeuta activo que se sienta
cómodo participando y movilizando a personas cuyas respuestas no se pueden
predecir.
- En primer lugar, facilita la formación del sistema terapéutico, puesto que produce compromisos sólidos entre los miembros de la familia y el terapeuta.
- En segundo lugar, en el momento mismo en que la familia escenifica su realidad dentro del contexto terapéutico, se produce un cuestionamiento de esta realidad determinada. Las familias se presentan a sí mismas como un sistema donde hay un paciente individualizado y un conjunto de personas que lo remedian o asisten.
- Otra ventaja de la escenificación consiste en que, comprometidos como están entre sí los miembros del sistema terapéutico, en lugar de escucharse solamente unos a otros, aquélla les ofrece un contexto para experimentar en situaciones concretas.
Enfoque

El esquema del terapeuta incluye tanto una meta
estructural como una estrategia para lograr esa meta. En el enfoque, el
terapeuta, tras seleccionar elementos que parecen pertinentes para el cambio
terapéutico, organiza los datos de las interacciones familiares en torno de un
tema que les imparte un sentido nuevo.
Intensidad
Cuando pone en escena las secuencias interactivas de
la familia e interviene para producir cambios, el terapeuta tropieza con el
problema de hacer llegar su mensaje. Los miembros de la familia tienen una sensibilidad
auditiva discriminatoria, que presenta campos de sordera selectiva regulados
por su historia común. Además, todas las familias, aun las que se componen de
personas muy motivadas, operan dentro de cierta frecuencia. Por ello, el
mensaje del terapeuta puede no ser registrado o puede perder penetración. El
terapeuta necesita hacer que la familia «oiga», y esto exige que su mensaje
supere el umbral de sordera de la familia.
Las construcciones cognitivas por sí mismas rara vez
tienen el poder suficiente para provocar el cambio familiar. Un mensaje
terapéutico tiene que ser «reconocido» por los miembros de la familia, lo que
significa que deben recibirlo de un modo que los aliente a experimentar cosas
según modalidades nuevas.
Repetición del mensaje
El terapeuta repite su mensaje muchas veces en el
curso de la terapia. Es una técnica importante para el incremento de la
intensidad. La repetición puede recaer tanto sobre el contenido como sobre la
estructura. Que el terapeuta no hable de otra cosa durante toda la sesión
indica que el asunto no puede menos que ser importantísimo.

El terapeuta puede obtener atención incesante para un
asunto determinado si lo expone una y otra vez con la misma frase, al modo de
una letanía. O puede exponerlo de diversas maneras, recurriendo a su capacidad
para formar metáforas e imágenes como haría un poeta o un pintor; en este caso
enfocará una diversidad de interacciones de tal modo que cada exposición nueva
ponga de relieve la identidad de las interacciones.
Repetición de interacciones isomórficas
Otra variedad de repetición incluye mensajes que en la
superficie parecen diversos pero que son idénticos en un nivel más profundo.
Aunque su contenido es diferente, están dirigidos a interacciones isomórficas
dentro de estructura familiar.
La estructura familiar se manifiesta en una diversidad
de interacciones que responden a un mismo sistema de reglas y que en
consecuencia son equivalentes desde el punto de vista dinámico. El
cuestionamiento; de estas estructuras [morfos] equivalentes [iso] produce
intensidad por la repetición de mensajes dentro de un proceso. Esta
intervención puede enfocar interacciones que interesan a la terapia y reunir
sucesos en apariencia desconectados en un significado orgánico único, con lo
cual se acrecienta la experiencia que los miembros de la familia tienen de la
regla familiar constreñidora.
Modificación del tiempo
Los miembros de la familia han elaborado un sistema de
notación que regula el tempo y el compás de su danza. Algunas de estas notas
son transmitidas por pequeñas señales no verbales que vehiculizan el mensaje.
Este señalamiento es tan automático que los miembros de la familia responden
sin advertir que han llegado a un territorio prohibido y son retenidos por las
riendas del sistema familiar.
Una de las técnicas que permiten incrementar la
intensidad consiste en alentar el terapeuta a los miembros de la familia para
que continúen interactuando después que las reglas del sistema han puesto luz
amarilla o roja.
Cambio de la distancia
Los miembros de la familia elaboran en el curso de su
vida el sentimiento de la distancia «adecuada» que deben mantener entre sí.
La utilización del espacio del consultorio es un
instrumento significativo para la emisión del mensaje terapéutico. Si el terapeuta
habla con un niño pequeño, éste oirá y comprenderá mejor si aquél disminuye su
talla y se aproxima físicamente, de preferencia si lo toca.
El terapeuta puede también incrementar la intensidad
cambiando la posición recíproca de los miembros de la familia, haciendo que se
sienten juntos para poner de relieve la significación de la diada que forman o
separando a uno de los miembros para intensificar su carácter periférico.
Resistencia a la presión de la familia
En ocasiones, «no hacer» puede producir intensidad en
la terapia. Esto es verdadero sobre todo cuando el terapeuta no hace lo que el sistema
familiar «desea que haga». De manera necesaria e inadvertida los terapeutas son
absorbidos en el sistema familiar en su condición de miembros del sistema terapéutico.
En ocasiones esta absorción contribuye a mantener una homeostasis familiar
disfuncional. Con su resistencia a ser absorbido por el sistema, el terapeuta
introduce intensidad en la terapia
La escenificación se asemeja a una conversación en que
el terapeuta y la familia tratan de que el otro vea el mundo como él lo ve. La
intensidad se puede comparar con un cotejo de gritos entre el terapeuta y una
familia dura de oído. La eficacia terapéutica puede disminuir muchísimo si la
orientación terapéutica hace creer que un mensaje terapéutico se recibió porque
fue emitido, y también a causa de las reglas de etiqueta en virtud de las
cuales la gente tiende a fingir comprensión para no parecer brusca. Es preciso
que la familia oiga realmente el mensaje del terapeuta. Si son duros de oído,
aquél tendrá que gritar.
Reestructuración

Puesto
que la terapia supone un cuestionamiento de la estructura familiar, es preciso
que el terapeuta comprenda el desarrollo normal de las familias y el poder que
las reglas de los holones ejercen sobre el íntegro desarrollo de los miembros
de la familia.
Fronteras
- Distancia psicológica: En muchos casos la distribución con que los miembros de la familia toman asiento en la sesión es un indicador de las alianzas entre ellos. Verificará, entonces, los indicadores espaciales, pero hará lo propio con otras clases de indicadores. Cuando habla uno de los miembros de la familia, el terapeuta observará quién lo interrumpe o completa la información, quién proporciona confirmación y quién ayuda. También se trata de indicadores débiles, pero proporcionan al terapeuta un mapa tentativo sobre las relaciones de proximidad, las alianzas, las coaliciones v las diadas o tríadas fusiónales, así como sobre las pautas que expresan la estructura y la sustentan.
- Duración de la interacción: Extender o alargar un proceso, que es un modo de incrementar su intensidad, puede ser también un recurso para demarcar subsistemas o separarlos. En estas situaciones el contenido de la interacción importa menos que el hecho de que ella se produzca. Las técnicas de fijación de fronteras se aprenden con facilidad y pueden ser utilizadas con eficacia aun por terapeutas que no posean una estructura teórica que les permita ordenar e integrar los fenómenos que observan o producen. Pero en estos casos, la fijación de fronteras, aunque se la realice con elegancia, no será más que un fenómeno aislado.
Desequilibramiento
En
el desequilibramiento, la meta es cambiar el vínculo jerárquico entre los
miembros de un subsistema. El desequilibramiento de un sistema puede producir
cambios significativos cuando los miembros individuales de la familia son
capaces de experimentar con roles y funciones ampliados en contextos
interpersonales. Estos cambios pueden llegar a engendrar realidades nuevas para
los miembros de la familia. Puesto que la realidad de éstos es una cuestión de
perspectiva y de puntuación, todo cambio en la posición jerárquica en el seno
de la familia produce un cambio en la perspectiva de sus miembros en relación
con lo que se considera permitido en las interacciones entre ellos.
Alianza con miembros de la familia
La
coparticipación terapéutica es en esencia una técnica de alianza. El terapeuta
confirma a las personas, pone de relieve su lado fuerte y de este modo se
convierte para ellas en una fuente importante de autoestima. En virtud del
empeño que pone en utilizarse a sí mismo para crear un contexto de confianza y
esperanza, promueve la búsqueda y experimentación de alternativas. Para
desequilibrar, recurrirá a su alianza con un miembro de la familia, destinada a
modificar su posición jerárquica dentro del sistema familiar.
Alianza alternante
En
ciertas familias, una alianza alternante con subsistemas en conflicto puede
producir un cambio en la pauta jerárquica de la familia.
La
meta de esta técnica consiste en atribuir a cada subsistema pericias diferentes
y complementarias; de este modo, en lugar de competir por la jerarquía dentro
del mismo contexto, los miembros de la familia ensayarán nuevas modalidades de
relación en un marco más amplio.
Ignorar a miembros de la familia
Esta
técnica de desequilibramiento contraría la manera de ser que la cultura ha
impreso en el terapeuta; en efecto, demanda la capacidad de hablar y obrar como
si ciertas personas fueran invisibles. Los miembros de la familia desconocidos
se sienten cuestionados en su derecho más esencial, el de ser reconocidos. Se
rebelarán contra una tan radical falta de respeto recurriendo a alguna
modalidad de demanda o de ataque. Su rebelión contra el terapeuta puede cobrar
la forma de un desafío directo, pero más a menudo consistirá en una llamada a
cerrar filas con los demás miembros de la familia. Esta última interacción, que
conlleva muchas veces un reclamo de coalición contra el terapeuta, posibilita
un realineamiento de las jerarquías familiares.
Coalición contra miembros de la familia
En
esta técnica de desequilibramíento, el terapeuta participa como miembro de una
coalición contra uno o más miembros de- la familia.
Desde
luego que, como consecuencia de esta técnica, el miembro blanco de ella se
tensiona, pero el miembro de la familia que entra en coalición con el terapeuta
no queda menos tensionado. Participa en la coalición al precio de ser capaz de
rebasar el umbral de interacciones habituales y de apoyar al terapeuta en un
franco desafío a un miembro poderoso de la familia.
En
otro tipo de coalición, el terapeuta se alia con un miembro o un subsistema
dominante en la familia, a fin de empujarlos a ser eficaces en su función
atribuida o natural.
Complementaridad
Una
de las metas en terapia de familia es ayudar a los miembros de ésta a que
vivencien su pertenencia a una entidad que rebasa el sí mismo individual. Esta
operación, lo mismo que la técnica de desequilibramiento, apunta a modificar la
relación jerárquica entre los miembros de la familia, con la diferencia de que
esta vez se cuestiona la idea íntegra de jerarquía. Si los miembros de la
familia son capaces de encuadrar su experiencia de manera que abarque lapsos
mayores, percibirán la realidad de un modo nuevo. Cobrarán relieve entonces las
pautas del organismo total y se advertirá que la libertad de las partes es
interdependiente.
Para
promover este modo diferente de conocimiento, el terapeuta tiene que cuestionar
la epistemología habitual de los miembros de la familia en tres aspectos. En
primer lugar, cuestionará el problema: la certidumbre de la familia de que
existe un paciente individualizado. En segundo lugar, cuestionará la idea
lineal de que un miembro de la familia controla al sistema, cuando en verdad
cada uno de los miembros sirve de contexto a los demás. En tercer lugar,
cuestionará el modo en que la familia recorta los sucesos; para ello
introducirá un marco temporal más amplio que enseñe a los miembros de la
familia a considerar su conducta como parte de un todo más vasto.
Cuestionamiento del problema
La terapia parte del
consenso, compartido por los miembros de la familia y el terapeuta, de que algo
anda mal. La familia está en terapia porque su modo de ser ha resultado insuficiente
y sus miembros desean buscar alternativas. Pero, adheridos como están a sus
verdades habituales, ofrecerán resistencia a las alternativas aun en el mismo
momento en que las buscan.
Cuestionamiento del control lineal
El terapeuta
cuestiona la idea de que un solo miembro puede controlar el sistema familiar.
Más bien cada persona es el contexto de las demás.
Existe una técnica
genérica para apuntalar el concepto de reciprocidad: el terapeuta expone la
conducta de un miembro de la familia y atribuye a otro la responsabilidad de
esa conducta. En esta técnica, el terapeuta se alía de hecho con la persona a
quien parece atacar. El miembro de la familia cuya conducta se expone como
disfuncional no hace resistencia a esa exposición por el hecho de que la
responsabilidad se atribuye a otro.
Cuestionamiento del modo de recortar los
sucesos
La terapia de familia,
que introduce al sí-mismo como un subsistema, abre la perspectiva para ver al
individuo como parte de un organismo mayor.
Las técnicas que
consisten en introducir un esquema más amplio son en general de índole
cognitiva. El terapeuta puede indicar a los miembros de la familia que sus interacciones
están gobernadas por reglas. Señalar el
isomorfismo de las interacciones es útil para indicar que la conducta de la
familia obedece a reglas que están más allá del miembro individual.
Paradojas

Uno de los rasgos que
singularizan nuestro trabajo es el empleo diferencial y alternado de las
paradojas y otros tipos de intervención. Nuestro criterio para su empleo se
basa en la evaluación que hacemos del grado de resistencia al cambio en la
parte del sistema que el síntoma regula. Ponemos a prueba esta resistencia por
vía de ensayos; si se descubre sensibilidad a las intervenciones directas, no habrá
necesidad de recurrir a las paradojas.
Intervenciones directas, basadas en la
aceptación

Intervenciones paradójicas, basadas en
el desafío
Es paradójica la
intervención que, obedecida, tendrá por consecuencia lo opuesto de lo que
parece pretender. Su éxito depende de que la familia desafíe las instrucciones
del terapeuta u obedezca a ellas hasta un grado tan absurdo que se vea obligada
a retroceder. El objetivo de la paradoja sistémica es esa interacción oculta
que se expresa en un síntoma. Las tres principales técnicas utilizadas para
idear y aplicar una paradoja sistémica son la redefinición, la prescripción y
la restricción.
- La redefinición se propone modificar el modo en que la familia percibe el problema.
- Una vez definido de manera positiva, se prescribirá como conclusión inevitable de la lógica de la propia familia aquel mismo ciclo de interacción que es el que produce el síntoma.
- En congruencia con los dos pasos anteriores, cada vez que la familia presente signos de cambio, el terapeuta deberá refrenarlos.
Inversiones, basadas en la aceptación y el desafío
En la inversión, el
terapeuta imparte directivas a un miembro de la familia para que invierta su
actitud o su conducta en un aspecto decisivo, con la esperanza de provocar de
ese modo una respuesta paradójica en otro miembro de la familia. Se basa al
mismo tiempo en el desafío y la aceptación. Las inversiones son útiles cuando
uno de los miembros tiene una actitud de cooperación y seguirá el consejo
directo, mientras otro de los miembros ofrece resistencia.
El grupo de consulta como coro griego
Otro rasgo que
singulariza nuestro trabajo es el empleo de un grupo de consulta como refuerzo
de las intervenciones del terapeuta. Este grupo se compone de colegas que se
turnan observándose del otro lado de un falso espejo. Este grupo actúa como un
coro griego: hace comentarios en el momento sobre la interacción entre la
familia y el terapeuta. Es la voz del profeta de la familia, que proclama las
verdades sistémicas en el seno de ella y predice el curso futuro de los
sucesos.
Fidelidad a la paradoja sistémica
Después de formulada
y pronunciada la paradoja sistémica, se presenta la difícil tarea de mantenerse
fiel a ella. Lo más probable es que en la sesión siguiente la familia no
mencione el mensaje. Sus miembros recurrirán a diversos e ingeniosos métodos
para tratar de eliminarlo, desde ignorarlo, olvidarlo, desecharlo,
contradecirlo, hasta presentarse con una crisis nueva que nada tiene que ver
con el problema originado. El paso siguiente exige que el terapeuta persista
sin desmayo en su definición circular del problema c introduzca una y otra vez
la conducta de la familia en el nuevo marco.
Bibliografía:
Minuchin, S. & Fishman, H. C.. (2004). Técnicas de terapia familiar. Buenos Aires, Argentina: Paidós.
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